A
40 años de su asesinato, la personalidad política
y humana de John F. Kennedy, ex presidente de Estados
Unidos, aflora en una acertada biografía.
Los chilenos son buenos para leer biografías, un
género que ha tomado fuerza en este país,
tradicionalmente con precarios intereses por auscultar más
allá de lo que se sabe de la vida de personalidades
que han hecho historia.
Los avatares de la farándula
han agotado el encanto por saber más de ciertos
personajes. Pero, como decíamos, en Chile se
ha producido un interesante fenómeno que rescata
los textos biográficos de personajes que han
hecho historia y cuyas actuaciones aún repercute
en ciertos procesos sociales e históricos.
Recientemente el diario “El
Mercurio” lanzó una colección
de textos biográficos, entre los que destacamos
en esta oportunidad el volumen “John F. Kennedy”,
escrito por André Kaspi, editado por Ediciones
Folio S.A.
RETOMA LA HISTORIA
Oportuna, sin duda, la circulación
de este texto, en instantes en que se retoma la historia
de Kennedy a 40 años de su alevoso crimen, ocurrido
el 22 de noviembre de 1963, en Dallas, Texas. Desde entonces,
las dudas e interrogantes perduran sin respuestas claras:
¿complot o acción individual?
Hasta el día de hoy se habla
que John F. Kennedy ha sido el presidente más
transparente de los Estados Unidos, hipótesis
que consolida el autor en esta biografía.
Los párrafos más apasionantes
son aquellos en que el biógrafo revela el instante
de ese aciago día cuando el presidente cayó
herido de muerte, víctima de un francotirador,
mientras la comitiva de automóviles avanzaba
por las calles de Dallas. He aquí parte de
ese emotivo relato:
“Son las 12:30 cuando la comitiva
deja Houston Street y gira a la izquierda para entrar a
Elm Street. (...) La comitiva acaba de entrar a Elm Street
y el School Book Depository se halla detrás del vehículo
presidencial, a su derecha, cuando suenan unos disparos.
La escena es extremadamente rápida: algunos segundos
para el tiroteo, dos o tres minutos para que la comitiva
desaparezca, a toda prisa, en dirección al Parkland
Hospital. (...) Pocos espectadores han comprendido lo que
ha pasado. John F. Kennedy se ha derrumbado, por el lado
izquierdo, sobre las rodillas de su mujer. También
ha sido alcanzado el gobernador de Texas, J. Connally. Jacqueline
Kennedy, bajo el efecto del choque, ha intentado salir del
vehículo trepando por el maletero. Un agente del
Servicio Secreto se ha precipitado para impedirlo. (...)
Algo más lejos, un periodista, perteneciente a United
Press, comprende lo que está ocurriendo; coge el
teléfono del automóvil en el que viaja y es
el primero en transmitir la noticia. “Se han efectuado
tres disparos contra la comitiva del presidente Kennedy”.
Son las 12:34.
“A
partir de aquí los acontecimientos siguen su
curso. En el Parkland Hospital los cirujanos se ponen
a trabajar de inmediato. Se dan cuenta de que el presidente
ha sido alcanzado en el cuello y en el cerebro, que
ha volado en mil pedazos. Se esfuerzan en mantener la
respiración efectuando una incisión en
la tráquea. Todo es en vano. A la una del mediodía
tienen que rendirse a la evidencia: John F. Kennedy
ha muerto”.
Lo demás es historia conocida. El
texto rescata el momento histórico en que vivió
JFK, cuya acción de gobierno se basaba en un programa
liberal, favorable a la intervención estatal, además
de un proyecto de ley favorable a los derechos civiles.
El Congreso, sin embargo, puso freno a su política
y se vio fuertemente presionado por los “trust”
del acero y del petróleo.
Kennedy dio su consentimiento a la invasión
de Cuba organizada por la CIA, aunque se negó a prestar
apoyo aéreo para impedir la derrota de Cochinos en
1961. Su temple de estadista se manifestó en octubre
de 1962 al obligar a Nikita Krushev a desmantelar las bases
de proyectiles soviéticos en Cuba a cambio de no
invadir la isla.
Uno de los éxitos más relevantes
de su administración fue la firma del Tratado de
Moscú sobre pruebas nucleares.
Al
día siguiente del magnicidio de Kennedy (asesinado
en Dallas el 22 de noviembre de 1963), comenzó
a fraguarse en torno a él la aureola mítica
del hombre joven e inteligente que para muchos encarnaba
el optimismo de los años sesenta, según
se señala en la contraportada de este interesante
y valioso volumen.
El
autor, André Kaspi, francés, profesor
de la Universidad de la Sorbona, analiza con gran
objetividad la vida y la política de Kennedy,
en unas páginas que derriban muchos tópicos
y nos acercan al conocimiento de un hombre que marcó
poderosamente la historia de su país y de su
tiempo.